El café en la costa

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hy-maquinas de cafe“El café se metió en los edificios de la vida diaria de las costas, las capitales, los centros de negocios de adentro y el bosque, uno y uno la actividad de negociantes, prestamistas, terratenientes, tenderos, profesionales, burócratas, pobladores con bajos recursos y granjeros”, narro el historiador Robert Williams en States y Global Evolution: Coffee and the Rise of National Government in The United States (“naciones y cambios globales: el café y el ascenso de los gobiernos del país en continente americano”, un cuaderno hecho público por el centro de estudios de Carolina del Norte, Norte América, a finales del siglo XX). Algunos hallaron justo una forma de sobrevivencia y uno que otro se transformó en una persona con mucho poder adquisitivo millonario. ¡Muy cerca! Aunque, con mayor importancia, el café hizo una identidad famosa con un folclore de historias, romanceros y apariciones de La Llorona nacida a tras de la fama y los logros de los sembradíos en cada “cogida” (la siembra de las semillas) y formo una leyenda que da una taza en forma de curación para cualquier cuita: si una costumbre tranquila hizo de Costa Rica una nación progresista sin ejércitos, en medio de otros países del centro de América el café se reprodujo sin responsabilidad ni concierto, con las tazas que les brotaba la sangre, cansancio y tristeza. En Nicaragua, la última nación de la creencia de sembrar café pero el primero en expresarse, los indios agredieron en malón el hogar de gobierno en Matagalpa, en el centro de la creencia cafetalera, y solamente hay fue el lugar en el cual exigieron el final del esfuerzo obligado que los plantaba en la esclavitud más fea, el ejército protagonizo o lidero una matanza enorme en contra ellos; aunque la resistencia de los granjeros se sostuvo aparte en lo que el gobierno del jefe José Santos Zelaya, que era hijo de un granjero que cultivaba café y que posteriormente del cambio Liberal en el año 1893 ayudo a la fabricación del café pero los guerreros habían matado al productor más importante de la nación. En El Salvador, la expropiación de los terrenos boto a la calle a millares de indios migrantes hasta el punto en que, en los diez años de 1880, se expresaron en contra las fuerzas opresoras, quemaron las plantas de café que completaban de riqueza a los blancos y, en contestación, el gobierno dio a la ley que andaba en caballos de chicotes y cuchillos que pegaban y cortaban las extremidades a los indios con el fin de que los hombres del café, todos con herencia patricios hispanos, lograran disfrutar de sus riquezas, en lo que los soldados se alternaban en las dictaduras y en la compañía de la calma que antecede al desastre. En Guatemala, el jefe Justo Rufino Barrios, hijo de una familia con muchos recursos que sembraban café desde que los jesuitas transportaban las primeras matas el pueblo colonial de vieja similar a la decoración para su monasterio, recibió el poder en el año 1873 y saco a los indios de los terrenos de café y los usó similar a la ayuda que recibió esclava, transformando a la nación en “una colonia penal” que no respetaba a las damas, sometía a los infantes y mataba a los señores. El holocausto de los Indios fue tan efectivo en su monstruosidad que, en medio de los años 1890 y 1892, los blackbirders, o esclavos guatemaltecos, requerían ayuda y en ese momento pagaron 1.200 trabajadores de los archipiélagos Gilbert, actualmente la República de Kiribati, en el medio del mar Pacífico al norte de Australia, para trabajar en los sembradíos de café.

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