A finales del siglo XIX las tierras de cultivo de café estaban muriendo. La región de Rio estaba siendo devastada por una planta cuya forma destructiva de cultivo dejaba el bosque rasurado, las reservas naturales exhaustas. Como resultado las zona principales de siembra de café se movieron hacia el oeste hacia las regiones de Sao Paulo, lugar que se habría de convertir en la maquinaria productiva para la industria del café Brasileño.
Con precios que constantemente se estaba incrementando durante los años de 1860 y 1870, parecía una buena forma para los ricos de asegurar su posición económica. En 1867 el primer vía ferroviaria hacia un sembradío de café fue terminada. En 1870 los nuevos hombres involucrados en la venta de café, los llamados Paulistas de Sao Paulo, presionaron para implementar mayor tecnología y generar más innovaciones en el área primordialmente para impulsar de manera más agresiva la producción y venta de la popular semilla.
En 1874 el nuevo cable submarino facilitó la comunicación con Europa y para los siguientes 29 años el 29% de los barcos que arribaban a Brasil eran impulsados por vapor más que por vela.
En 1874 solo existían 800 millas de caminos pero para 1889 ya habían 6000 millas. Las rutas por lo general corrían desde los sembradíos de café hasta los puertos de Santos o Rio directamente. Estos caminos que se construyeron, en realidad no intercomunicaban regiones internas del país, en realidad eran exclusivamente para acelerar los embarques al extranjero, lo que generaba una fuerte dependencia del comercio con el exterior.
Después de 1850 con la prohibición de la importación de esclavos, los productores de café experimentaron con esquemas laborales alternativos. Al principio pagaron por el transporte de inmigrantes europeos. Se les proporcionaba una casa y se les asignaban un número específico de árboles de café para plantar, cuidar y cosechar junto con una porción de tierra de tal manera que pudieran sembrar y producir su propia comida. Al final del día nada de esto era gratis ya que los inmigrantes incurrían en costos por transportar lo que cosechaban y terminaba teniendo un gran deuda lo que en realidad se traducía en una nueva forma de esclavitud, ya que no podían abandonar la plantación a la que pertenecían hasta que pagara completamente su deuda, lo que por lo general les tomaba años. Por lo anterior no fue sorpresa la revuelta de trabajadores Alemanes y Suizos en 1856.
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