Runge visitó a Goethe en su casa con una maleta llena de probetas, pipetas y embaces pequeños. Y el lirico, que esa fecha también no había descansado suficiente tiempo, le obsequio a su visita unas semillas de café árabe, dándole ganas a que examine su lo que tiene. Con la alegría del que fuera inteligente en su primera comanda, Runge aceptó el reto y se metió en su sala de pruebas por muchas semanas, hasta que, al fin, diferencio la cafeína de los demás componentes. Clara, inodora y con un sabor muy amargo en su presentación original, es un alcaloide, una mescla compuesta orgánicamente hecha a base de las plantas, que reparte genealogía con otros inventos del mismo tiempo: la estricnina, el veneno que abrió las puertas a la literaria a los muy recurrentes homicidios de las historias falsas sobre policías con origen británico, la morfina, la nicotina. “Goethe estaba en lo cierto”, narro Runge muchos meses después, en el tiempo de su vida ejerciendo su profesión: “En esas semillas ayee la cafeína, que logro ser tan popular”. Sorprendente en una sala de pruebas pero bastante raro en la vida cotidiana, Runge logro ser una persona tan inteligente con un futuro no tan afortunado: en sus años de madures, izo uso sus innumerables ideas sobre la química a la solución de dilemas caseros, parecidos a la remoción de partes sucias en tapizados o el encerrado en embaces de metal. Lo cual fue una forma de asegurar un modesto pasar económico, dijo si a un trabajo en la fábrica privada y, pero también descubrió una Alina de color azul, lo cual facilito que tiempo después se reprodujera infinitas cantidades de tinturas, lociones, pinturas o aromatizantes, un problema con la esposa del difunto de un viejo trabajador lo boto en la calle. Falleció en el año 1867, en la miseria y en el perdió, oprobio tal vez recomendado ya en 1823, en el tiempo la palabra cafeína surgía por primera vez en el Diccionario de los niveles médicos de los doctores franceses, en donde su nombre no era tomado en cuenta. Un par de años posteriores a su muerte, la Población Química Alemana provoco una recolección para darle un homenaje, que agarró la módica manera de una placa encima de su tumba en Oranienburgo, que suplica la nariz recta y la papada aguada de uno de los más grandes químicos de todo el tiempo. Dicen que en sus añosos días de pobreza, aun perdido y triste, descansaba tranquilo y aun dormía pensando con esa epifanía de cuando él era menor, el medio día que el mayor lirico de su país lo recibió en su hogar, en cuando el futuro se publicaba venturoso y el todos se abrían enfrente de él con las innumerables y secretas posibilidades de poder encontrarlo. El científico y el lirico se entendían en la parábola del duda de la vida. Y si es verdad que “Goethe traslado a las letras la idea de que era suficiente pensar algo perfectamente para conocerlo”, como dice el significado de Borges, el antiguo compartía con el joven Runge la bendición de una imaginación fecunda en un tiempo de ayasgos. Las crónicas no consignan si Goethe le invitó un café.
El café tiene la culpa
Un aparato para hacer café y 58 libras de café, unos 26 kilos de oro negro: este fue el testamento que el inglés William Harvey dejó a sus socios del Real Colegio de Médicos en el momento que falleció.Porttecafe máquinas de cafe y servicios de barra de cafe.
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