“Básicamente desconocido en los trópicos, la recompensa prohibido, simulada en una llamativa fruta llena de carne, estaba bañado de una forma de ser seductora y excesiva”, narro la estudiosa Ana Luiza Martins en su cuento do Café: “El Líquido era relacionado a las mesas de gente con poder económico y formales de las cortes europeas, provocado la armonía calificada. Era inevitable que, después el ejemplo de los mitos y los curiosidades que cubrían su camino en Oriente, su destino al sur del Ecuador incluso había trabajado para conseguir una construcción idealizada, al sabor de la característica emocionante de la misma bebida, pero no fuera por los ricos momentos de su consumo, todo el tiempo asociado a los lugares civilizados, en donde se ingería para la celebración de los sentidos y, por qué no, del afecto”. El señor amable de Brasil dio un paso a la historia siendo reconocido como el emperador de la señora francesa, con su uniforme de caballero (¡qué capa! ¡qué gorro!) en media faena de seducción por el arbusto de café; un constructor del héroe de folletín que, en la urgencia del ardor, volvería a pasar los tristes trópicos de la separación y del poco consuelo, y si es verdad que todos los cuentos ya has sido creados, el amor muerto bien podría ser colocado de inspiración para el programa antiguo, similar a la persona que hizo inmortal este y todos los desencuentros apañados a la sombra de una cosecha: Café con olor a señora. En Belém, el señor Pancho se transformó en terrateniente. Él era un mazomba, el hijo blanco de unos portugueses colocados, de nacionalidad y formado en la colonia. Como propietario de la costosa planta, creo su único arbusto de café en Pará, que en su momento tuvo terreno en exceso y para la explotación le exigió al gobierno la compra de una centena de parejas de servidores: era más accesible tener gente de África “nuevos” en vez de cuidados médicos a los “que ya llevaban más tiempo”; por lo regular la vida en las fazendas solía ser de siete años. Algunas hojas verdaderas del año 1734 guardan las inversiones agrícolas del señor y la multiplicación geométrica de sus terrenos. Fue el primer granjero de la nación que actualmente es la mayor potencia cafetera, más o menos con tres cuartos de la producción mundial. “Era el comienzo incipiente de la formidable travesía económica del ‘oro verde’ en el Brasil”, narro Martins. Los arbustos aumentaban de tamaño hacia todos lados: desde los cafetales de Belém se transportaron a Minas Gerais, Espíritu Santo, Río de Janeiro, San Pablo y Santa Catarina. Las semillas se sacaban con rumbo a Portugal desde las costas de Río y de Santos. En el continente Europeo y los Estados Unidos, lugares frías que nunca disfrutaron de la fortuna de la naturaleza para plantar café, el consumo siempre iba aumentando y, para cuando acabara el siglo XVIII, el movimiento en las Antillas había dejado a la isla La Española sin probabilidad de satisfacer la demanda. Era el tiempo de Brasil. Para el señor Steven Topik, que era un experto en commo dities latinoamericanos (distingue perfectamente los componentes de la sal y de las drogas),“Brasil no daba respuesta solamente a la demanda mundial, sino que colaboraba a formarla al hacer gran suma de café a una cantidad económica para las clases trabajadoras de Norteamérica y Europa”. Ya en los años 1800, con el gobierno portugués que estaba situado en Río posteriormente de que Napoleón la sacara de Lisboa, el Brasil se tomó como “imperio del café” y el arbusto cubrió los morros cariocas. Máquinas de café Servicio de coffee break y barras de cafe
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