Máquinas de café, de esos tiempos perdura el mito de María y María Fernanda. La primera María era una servidora de la que ninguna persona había escuchado su nombre entero (era, solamente: la “tía María”) y que resguardaba de la diminuta María Fernanda de Almudena y Vallermosa; en medio de los íntimos, Mafe. En las tardes de clima cálido irritable, la Tía María hacia un licor con melaza, vainilla y semillas de café que proporcionaba sosiego y comodidad en las molestias para dormir causadas por las molestas del calor. Aunque en el momento los desmanes sociales llevaron hasta abajo la colonia, y los incendios se fueron aumentando fue ahí en donde no debía llegar el agua, la Tía María le dio una dote a su amada Mafe, una caja con un par de piedras preciosas, el camino del licor y un presagio: “Lo requerirás cada vez que quieras acordarte del momento que estuvimos haciéndonos compañía” (muchísimos meses posteriores, en el año 1947, el biólogo Kenneth Leigh Evans escucho el cuento en lo que admiraba la vegetación de Jamaica y degusto la bebida de manos de una tal Nina, que se plantaba a resguardar el secreto almacenado por muchas generaciones; con destreza para negociar, el médico Evans nombro a la bebida de café al igual que Tía María, una marca que se da en más de sesenta naciones y que aun le da ganas las sobremesas de las tías de todas las personas el mundo). Para comienzos del los años 1800, Jamaica ya tenía 686 sembradíos de un café especial y único, en camino literal: poco normal. Sembrado a 2.300 metros sobre el n del mar, en los cerros más grandes del Caribe, la felicidad gusto ligero a madera y la acidez suave son ramas de una mescla volcánica del ambiente fresco, lluvia fuerte y piso apto para cosechar. Los aires alisios, al pasar en medio los cerros grandes y al soplar por encima del piso caliente por el sol, se convierte en unas pesadas nubes que forran las cosechas y esta acción (mist, le comentas por estos lados) tarda tiempo el aumento geográfico de los cultivos de los arbustos, que tienen la capacidad de pasar nueve meses gestando sus bebidas alcohólicas e iluminando su rico sabor reconcentrado. Se comentara que así da origen el café más claro nunca cosechado y, ahí fue ese el lugar en el cual espero se avive con la carencia, los pocos kilos que se ponía cómodo por año en barriles de madera grabados (los primeros del planeta, con habilidades para 15, 30 o 70 kilos, que posteriormente se astillan para que ninguna persona tenga la capacidad de realizar pasar cualquier semilla berreta por uno jamaiquino) son la locura de un sibarita prejuicios como James Bond, que a la demanda de tomar su Martini “mezclado, no agitado” le agrego el Blue Mountain como único café a la altura de una boca con autorización para hacer un homicidio: el narrador de Inglaterra Ian Fleming pasó muchos años finales de su vida en Jamaica y, con la irresponsabilidad de un infiltrado que se hacía pasar por alguien normal al servicio del satánico medico No, traicionó el sistema del té británico para ayudar de la infusión más cargada. Y en los años 2000, el kilo jamaiquino valía a unos 150 dólares y el 80% de la fabricación se transporta al Japón, que es el lugar en el que mucha afición por el café de calidad y mucho dinero para usarlo en lo que quisiera. En Jamaica, es una comodidad para los pocos que se lo puedan permitir en tanto el Blue Mountain se haya transformado en el brindis de una fiesta especial.
Porteare servicio de coffee break y barra de cafe
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