Balzac y el cafe

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cafe capuchinoEllos muy audaz mente dijeron que sí. Es una probabilidad que el que fuera castigado hubiera actuado de la misma manera. Al igual que toda la comida proporcionaba alguna probabilidad de sobrevivir, y confiaron en la suerte para tomar una decisión. El señor que vivió alimentándose de cacao y que falleció posteriormente de ocho meses. El señor que se mantuvo vivo de cafeína aguanto veinticuatro meses. El señor que vivió de té sucumbió después de tres años”. La moralina de Balzac, exactamente idéntico a un viciado a los componentes del café obteniendo de vuelta, acortaba la paranoia de los anatomistas de los tiempos, que tomaban en cuenta las tres bebidas como vicios de los más peligrosos y que aterrorizaban a los pecadores con las los actos y lo que les procede a cada uno de ellos físicas de tan mala la pasión: “El señor del café falleció hervido, tal y como la figura de Gomorra lo hubiera calcinado”. La superchería religiosa copó la actitud de unos señores de ciencia, que iluminaban lugares de muerte en las pansas de sus clientes, acusando a la bebida de ocasionar cefaleas y raquitismo, inmadurez y mal ambiente anticipado, terroríficas formas de consumir el cuerpo y mantener los sesos en buen estado sin ser deteriorados, criado entre mujeres en medio de los señores y el sistema reproductor dañado en medio de las mujeres. Para otras personas, esta bebida hacia que creciera la vigilia y la autenticidad, sanaba la gota y los dolores de cabeza, se combinaba las rocas renales y mejoraba las ganas de comer (es similar que en esos tiempos los doctores desean que sus síntomas eran con la misma prisa de intuición que el doctor al que asistí en los tiempos cuando yo estaba en la pubertad, emocionado y apunto de ponerme los nervios de punta tal vez por haber ingerido mucha cafeína, al cual renombramos Dr. Rapiditi al salir de la revisión, por lo rápido de sus revisiones y sus criticas que sin poder controlarlo terminaron con la frase que puede ser de alivio, pero incluso mayor de tortura, para el paciente que inventaba sus propias enfermedades: “tú no tienes nada”). La biblioteca que tenía libros raros escondía volúmenes elefantiásicos con nombres más extraños aunque hurgaban en la historia del café, como Naturaleza de la bebida kauhi, o la del café, y la baya con que se realizaba, hecha por un doctor árabe, puesto el público en Oxford en el año 1659; el tratado actual y curioso misterioso del café, el té y el cacao, editado en Lyon en el año 1685; o el aún más ruidoso consejos de salud contra el exagera miento de las bebidas alcohólicas calientes, específicamente el café, el té, el brandy y las aguas calientes, con instrucciones para conocer a qué leyes era más favorable y en cuándo su uso puede ser mejor o peor, escrito por un médico, Duncan de la Facultad de Montpellier y cambiado las palabras al inglés en el año 1706. A criticar por la longitud del tema, le hizo falta un buen editor. Con la extraña acción de una historia asiática que repite cómo secuestran a los bebes en las compras del center o la consternación de una familia bonaerense al ajar que el esquivo al pequeño canino que llevaron de sus vacaciones en Florianópolis es un roedor amazónica, en las ciudades se multiplicaban los cuentos truculentas que no niegan que el primo del amigo del de la casa de alado se había intoxicado con café. En la galería de los señores que más se daban a conocer habían muy pocos los que no hubieran estudiado el grano del café.

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