El proceso de ingerir el café dura poco, el entuerto y si el espresso acorta el espíritu tónico de los tanos (emoción, enojo, potente, corto, en fin: retacón y castigador), la casa de cafe Sant’Eustachio condensa la historia sucedida recientemente en Italia: enfrente del congreso, detrás del cementerio y cerca de la Piazza Navona, que con sus mesas en la vereda fue un personaje importante de los folletines de la dolce vita y el frenesí de los paparazzi, conjuga lo santo y lo secular: el venado significa la charla del pagano Eustachio al cristianismo y el espresso se ingiere de parado al lado a la barra o sentado en la vereda con la tradición de un trabajo religioso, en cuatro tragos que mojan la boca con el sabor de un grano quemado en un horno de madera. Slurp, slurp, slurp, slurp. O se me olvidaba. Así es desde el año 1938, cuando fue creado en que el café Sant’Eustachio abrió sus puertas en el medio de la capital de Italia y el momento en que la máquina express, una creación italiana que cambiaría toda la vida la historia de café en el mundo, recibió de la Oficina de Patentes el número de fábrica 365726. Doce meses antes de que esto sucediera del inicio de la Segunda Guerra Mundial, con Roma en el poder del fascismo que se había cobrado la carrera de bastantes personas inteligentes gracias a Mussolini (se conoce que Il Duce no quería mucho a los sujetos inteligentes y que incluso odiaba el café), un hombre de nombre Achille Gaccia, alegre emprendedor del lugar Robecco sui Naviglio, cerca dela ciudad más grande de Italia, en la parte superior geográfica llena de fábricas de Italia, uso sus días y sus tardes de no poder dormir a la luz de su mayor invención, una oda a la emoción cafetera, posteriormente de muchos intentos y una creación. Tenía ganas por los inventos de sus vecinos que lo habían precedido, al igual que Angelo Moriondo, que a finales del siglo XIX había intentado una máquina antigua, Luigi Bezzera y el servicio de coffee break, a principios del siglo XX termino un armatoste bastante bien hecho y poderoso para habitaciones en renta y restaurantes, y Desiderio Pavoni, a comienzo s del siglo XX compró la patente de Bezzera y nombro una línea para hacer negocios de cafeteras que aun pululan por las tabernas con el slogan y el escudo pintado: “La Pavoni”. Pero Gaccia logro hacer trabajar la primera cafetera express actual de funciones bastante sencillas, con una cisterna electrónica que hacía correr el agua encima del café y su mezcla con mucha presión. ¿No fue una ironía bonita de la lengua que lo que está a la mitad de la presión sea la “taberna”, la frase homónima al lugar en el que ingerimos el espresso para el que es principalmente importante la presión? Con 5, 9 o 15 tabernas o barras de cafe de presión social, la máquina express fabrico la erogación del trabajo manual de las personas, sacó la infusión de los fogones y la junto a 210 voltios y convirtió de su noble cosa, el espresso, otra razón para el orgullo de los habitantes de Italia, al igual que los lácteos solidos como el parmesano, los tenis de piel o el trasero de Sofía Loren. Durante unos meses, con la emoción entrona de todo negociador con buenas habilidades, Gaccia logro convencer a las cafeterías italianas (inicialmente las de arriba; posteriormente, a las de abajo, el sitio en el que se opusieron a salirse la cafetera napolitana) de las bondades de su creación y en medio ellos primeros emocionados estaban los dueños principales del Sant’Eustachio maquinas de cafe, que en su mítico horno a madera perfeccionaron la fórmula del tostado italiano.
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