El notable crecimiento de la popularidad del café complementó y sostuvo el crecimiento y desarrollo de la revolución industrial, la cual comenzó en Gran Bretaña durante el sigo XVIII y se expandió a otros lugares de Europa y Norte América a inicios de los años 1800. El desarrollo de los sistemas industriales transformaron vidas, actitudes y hábitos alimenticios siendo las máquinas de café un nuevo elemento en el escenario.
La gran mayoría de las personas anteriormente trabajaban en talleres caseros o al menos muy cerca de sus domicilio. No se tenía que dividir el tiempo tan marcadamente entre el trabajo y la comida o las horas de esparcimiento y por lo general eran sus propios patrones. La gente comía 5 veces al día y podía hacer un espacio para un servicio de coffee break, con la revolución industrial del café, los textiles y otros sectores, los trabajadores migraron hacia las ciudades donde los trabajadores tenía un poco más de oportunidades de trabajo, pero las condiciones no eran las mejores. De esta manera también las mujeres dejaron de trabajar en el hogar y de hacer comidas debido a la necesidad de integrarse a la fuerza laboral, las barras de café que se podían hacer anteriormente ya no eran tan frecuentes.
Los que siguieron trabajando desde casa eran mal pagados. Muchos de estos obrero vivían prácticamente de café y de pan debido al estimulo que genera la ingesta del mismo, pero era solo una ilusión porque en realidad no tenía una alimentación adecuada.
Debido a las nuevas jornadas laborales los trabajadores ya no tenían tiempo de comidas bien preparadas y nutritivas se limitaban a tomar unos cuanto alimentos y a beber café en barras que se les proporcionaban. La bebida de los aristócratas, el café, se convirtió en una necesidad más que en un placer para las masas y el café por la mañana suplió los desayunos, la sopa y la cerveza.
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