Los frutos del cafeto, mande, quise decir… ¡la envoltura para los dulces!”, respondió cuando la gente con poder del lugar le preguntaron qué era lo que deseaba como premio para agradecerle por haber defendido a su país: “y el permiso para inaugurar una casa de café”. El folclore de Austria hace memoria a ese polaco parecido a una cuentapropista pícaro que para sobrevivir le basto con tener muy pocos conocimientos y escasos acerca de cafeteril de los ganadores, tiempo después pidió dinero prestado para poder abrir su nueva tienda, que tiempo después logro que le dieran un hogar y que de haber tenido la posibilidad habría reclamado el objeto para zafar el cinturón de castidad de la mujer con mayor autoridad. En sus travesías de adolecente por Oriente había conocido las mañas de como quemar, el triturado y ya puesto en agua caliente y disolvió para preparar la bebida del oriente de la misma forma lo bebía la gente islámica desde hace ocho décadas atrás y, con esos quinientos kilos de semillas como un gran sacrificio el que realizo al comienzo, abrió el embace color azul, la primera casa de café de Viena, un negocio fabuloso en el cual dio a luz el almuerzo como lo vemos y que hoy es agradecido por un instrumento musical realizado con granos de café hoy en día es muy homenajeado por todo el planeta, la californiana Blue Bottle Coffee (una gente que se dedica a estudiar los hechos pasados no se arrepienten de decir que dos armenios con nombres Isaak de Luca y Johannes Diodato fueron los exploradores en negociar con café en Viena o que un antiguo embajador de Turquía había transportado dos aparatos para poder hacer la bebida entre su único menaje, pero la gente de Austria disfrutaban con repetitivamente de la el camino del héroe).Talvez fue un método que ellos emplearon para poder dejar en el pasado sin recordar los malos tragos de la gente proveniente de Turquía, Kolschitzky comenzó a entrenar la infusión menos pesada, con algo dulce, lácteos o producto de abeja aunque sin la borra en que los visires veían lo que iba a suceder en corto tiempo (pero no hayan logrado adivinar el aterrador fracaso).Y una forma que el invento para no dañar el fino paladar de los habitantes del centro de Europa decidió agregarle leche, sacralizando la infusión escogida para el almuerzo en el oriente. Los viejos escaladores islámicos pensaban que combinar el café con leche provocaba lepra y esa tontería se expandió desde el desde el oriente hasta el viejo continente, un chisme que repetían los encargados de las flotas que atracaban en el puerto de España. El historiador llamado Ian Bersten, creador de la obra Coffee Floats, Tea Sinks (“El café flota, el té se va para abajo”), completa la teoría con una explicación genetista: se cuenta que los anglosajones aguantan los lácteos pero que los habitantes del mediterráneo, y en medio de ellos está la gente turca, los romanos o los italianos meridionales, no toleran la leche. “Desde los dos extremos del viejo continente se forman un par formas distintas de realizar este producto básico: filtrado en arriba o al estilo espresso de abajo”. El café con lácteos se transformó en una pasión muy conocida en la ciudad y le otorgaron el nombre de Capuchino a esa bebida, con sus verdaderas sepulturas, parecida a uno de sus lujosos lugares más representativos para los turistas. Con sus sillas Thonet y sus mesas de mármol cascado, las 2.000 casas de café vienesas fueron la guarida de inteligentes y artistas malditos, acusados por los dueños codiciosos de hacerse para siempre en una mesa por “un café y diez embaces de liquidos” Portte cafe maquinas de cafe y servicios de coffee break
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