La mujer que asumía la responsabilidad de los vicios de su hijo y de su inclinación amorosa por las mujeres grandes, en búsqueda de un pecho: Edipo puro. Ya de señor, Balzac descansaba después de la tarde y se levantaba antes de que comenzara un nuevo día, para darse la mañana entera y la el día siguiente a su trasnochada producción literaria; para mantenerse alerta, ingería litros de café en cantidades cada vez mayores. Todo el tiempo oscura, la cafeína llegaba en auxilio de la musa y lo sumía en un estupor frenético, al igual que el que a sus incluso pequeños de 51 años le causó la muerte: es lo que dice el medico Nacquart, que lo recibía en los momento que él era un niño, “una vieja afección cardíaca, empeorada por la noche entera y por el uso, o mejor dicho, el abuso de café, al que recurría con el propósito de disminuir la propensión natural del señor a descansar, había empeorado ahora brutalmente”. En lo que el daguerrotipo de la era lo muestre justo contenido en el interior de las fronteras textiles de una prenda que no logra a reprimir sus pliegues y con el caras turbias en la vista fuera del lugar, esa imposición por aguantarse en el exceso lo cargo al día en que, enceguecido por la bebida, inicio a morderse granos si ser molidos similar a una penosa penitencia de autopurgación (“una manera fea y brutal que solo le sugiero a los caballeros de mucho vigor”). En la infusión, Balzac apestaba un agente ponzoñoso que acabaría con el señor en cuando este no pueda hallar un buen término: si es casto, fallece por trabajar mucho; en caso de que no lo sea, comete un homicidio el desenfreno en los lujos sensuales. Ahí fue el lugar en el que hubo un adicto posteriormente aparece un converso: atemorizado por la hybris de Voltaire, orgulloso injeridor de ochenta recipientes de café diario, en sus últimos meses Balzac al final quiso ser una copia de lo que todos debían ser, virtuoso de temperancia: “La bebida hacia una suerte de excitación nerviosa similar al enojo: elevamos el tono de voz; nuestras caras reflejan una impaciencia enfermiza; deseamos que todo siga como son los pensamientos”. En todos los videntes, era merecido para él no reconocer las consecuencias de estar borracho: tomó muchísima agua hirviendo para enseñar que “la embriaguez es un envenenan tipo de veneno que afecta por un corto tiempo”, fumó al igual que un drogadicto con un almacén lleno de droga “en que las señoras se encuentran aún más vulnerable al humo de los cigarros que a el amor”, tragó muchos litros de té que le dio miedo a quedar tan tranquilo y transparente como para que un señor británico tenga luz para leer el periódico apenas colocando una linterna a través suyo. Pero el café era su pasión indisimulable: “Bastantes sujetos le agradecen la oportunidad de estimular el genio; pero todos pueden constatar que los aburridos aburren incluso mayor posteriormente de haberlo ingerido”. Pero los almacenes y los bares de Francia hayan estado abiertos hasta el siguiente día, esto no provoco más ingeniosos a muchos creadores: ocurre que el café causa una “torrefacción interior”. ¡Calientan las entrañas, se queman los pensamientos! Balzac se permitió corregir a Brillat-Savarin, autor de la Fisiología del gusto, y lo amplió con el pretexto cientificista: “Actúa enzima el diafragma y el plexo de la pansa, desde donde sube a la cabeza por medio de irradiaciones imperceptibles que escapan a todo análisis”. La causa de sus desvelos era el tanino, el quimico que da el sabor astringente al vino similar al café o el té.” Portte cafe barras de cafe y servicio de coffee break ara empresas negocios o eventos
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