Guatemala y el descontento del cafe

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mano-cafeA diferencia de los trabajadores e café en Brasil que simplemente tenía que arrancar las ramas de los arbustos de café, los productores de café en Guatemala tenían que tomar solo la s vayas ya abiertas las cuales eran despulpadas mediante máquinas de café y luego dejadas a fermentar en agua en tanques especiales durante cuarenta y ocho horas. Mientras la sustancia viscosa que estaban la bayas se iban descomponiendo se iba desprendiendo también del centro de la baya, lo que dejaba al final el grano de café un sabor característico. Ya una vez terminada esta parte del proceso, los granos pasaban por un canal largo donde se les quitaba lo que restaba de la sustancia viscosa propia de la planta de café con la misma agua que quedaba del proceso previo. Aún cubierto con una fina cascara como un pergamino los granos de café eran esparcidos al exterior para que se secaran artificialmente con unos enormes cilindros, las mujeres y los niños recogían los granos ya secos y removían los que estaban rotos, ennegrecidos o los que se habían sobre fermentado.

Dado que la baya del café solo compone el 20% del peso total de la semilla de café el proceso de producción genera mucho desperdicio. La cantidad de pulpa que no se utiliza en el momento es reciclada como un fertilizante de aroma fuerte, pero la sustancia viscosa en realidad generaba un gran cantidad de contaminación.

Las mujeres y los niños como trabajadores de las máquinas de cafe

Las mujeres y los niños mayores por lo general realizaban las tareas tediosas en las plantaciones de Guatemala principalmente porque tradicionalmente porque se les acostumbraba pagar, aún menos, que los empleados varones. A los varones se les encomendaban las tareas más físicas como las de cosechar, limpiar o cavar diques de irrigación, las mujeres y los niños lo que hacían primordialmente eran las labores de cosecha.

En una finca de café de buena calidad el trabajo de cosecha no era demasiado pesado y en ocasiones podría ser hasta divertido. La paga, como sea, realmente no era buena pero era mejor que la paga de cualquier otra época del año y los niños no eran obligados a trabajar jornadas definidas. A finales del siglo XIX las mujeres y los niños eran forzados a trabajar las mismas jornadas que todos los demás empleados. Un observador en 1899 describió que los recolectores, andrajoso eran desiguales, padres e hijos, hombres y mujeres, grandes o pequeños, en su camino a recoger el café.

Describía que los padres y las madres te saludaban con la deferencias de generaciones de entrenamiento, luego desde el centro de las formaciones involuntarias de personas se escuchaba el canto de las mujeres, que al parecer sabían como mantenerse más felices que los hombres. Los pequeños niños por lo general se encargaban de recoger las bayas que se encontraban en las partes bajas de los arbustos con sus pequeñas manos. No era extraño ver a las madres cargar a sus pequeños hijos dormidos mientas seguían la faena, pero se notaba que la vida se les había escapado con la mirada al igual que los años de la infancia a sus pequeños hijos. Una verdadera fotografía de miseria y tristeza.

Ocasionalmente, sin embargo, las mujeres Guatemaltecas, olvidaban lo felices que eran dentro e su pobreza y de alguna manera si sobreponían a la deferencia que habrían aprendido. Los hombres por otra parte en ocasiones tomaban pagos adelantados que tenían que ser desempeñados por sus esposas o hijos donde virtualmente vendían su trabajo. Las mujeres eran continuamente sometidas también a explotación sexual por los hombres que llegaban del mar y en ocasiones los dueños de las fincas agregaban a la deuda que ya de por si tenían la captura de la persona que había abusado de ellas, pro lo que no siempre era conveniente en términos de incrementar la deuda, el denunciar a   los atacantes.

El café en Guatemala dependía de un mercado extranjero bastante voluble. El crecimiento de un estado coercitivo, la creciente inequidad social y la virtual esclavitud de las personas de raza indígenas, el escenario estaba dado. Las grandes fincas controlados por políticos o extranjeros, las pequeñas fincas por locales subsistían con gran desventaja y los trabajadores explotados a más no poder, eran los elementos perfectos para que generación tras generación se incrementar el descontento

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