Puesto a la venta de todo el mundo en el año 1609. Para la persona valga, era una gran duda sin resolver. En la realeza literaria, del escritor William Shakespeare, el creador de la enorme taxonomía de todas las personas, quien “nos inventó como somos”, según el significado del crítico Harold Bloom, no hace ningún comentario del café (ni de ninguna bebida) en ninguna de todas sus escrituras. Algo no esperado. Pero, una década después de que falleciera Bardo, lord Francis Bacon, al cual todavía se juzgaba de que pudo haber sido el auténtico creador de las obras shakespearianas, puso en su Historia Vitae et Mortis (“Historia de la vida y la muerte”): “Las mañas realizadas una especie de planta a la cual nombraban caphe”. La enfermedad de no poder alcanzar el sueño en las noches de verano para las primeras personas de Inglaterra en degustar el café, influenciados por el café, descrito por Bacon como una “droga analéptica” que podía llegar a ser tan adictiva como el tabaco, la nicotina y todas las sustancias que contiene el cigarro, un juramento tan veloz como un chispazo en la mente.
En los lugares más pequeños de la Universidad de Oxford, cuyos días de explotación de inteligencia fueron registrados con detalle de chismógrafo por el señor Anthony Wood (en libros con encabezados sorprendentes como el de Athenae oxonienses: la historia precisa de todos los autores y autoridades religiosas que obtuvieron su educación en la más viejas y reconocidas Universidad de Oxford desde el 15º año escolar del rey Enrique VII el año del Señor de 1500 hasta el final del siglo XVII), pocos iniciados con alma de escalador de montañas hacían hallazgos en la curiosa infusión oriental algo extra para cumplir con las necesidades de sus estudios, como el cretense Nathaniel Conopeos, que se jactaba de sus honores como seguidor del patriarca de Constantinopla, o un habitante con creencias distintas libanés al servicio de una gran maña, del cual pocos pudieron conocerlo por su verdadero nombre y no por su apodo (Jacob)y que logro alejarse aún más que los demás: con una gran carga de granos, semillas y legumbres que fueron traídas de Estambul, en 1650 abrió la primera taberna de café en Inglaterra, para solaz de los estudiantes y desconfianza delos maestros. En menos de diez años, las tabernas de café se fueron aumentando por Oxford (para el año 1700 habría más de 2.000 en Londres: una locura), y los mas comportados eran los que esperaban esas horas entregadas a la discusión ociosa. Aun con una carrera construida enzima el cotilleo “formal”, el remilgado Anthony Wood eran tomadas en cuenta como perniciosas cada vez que la plática o charla de los alumnos versara enzima de las noticias principales y los “asuntos de la cristiandad” quedaran afuera de ellas. “¿Por qué razón se afecta el aprendizaje fuerte y formal y pocos o ninguno lo siguen ahora en la universidad?”, se hizo la pregunta en su soporífero Athenae oxonienses: “Respuesta: cerca de los hogares donde se negociaba con café, en donde se gastaba casi todo su tiempo”. La conspicua contra de chupacirios como la del señor Wood no obsta lizo que la tradicional cafetería de Inglaterra el corto tiempo fuera reconocida como “la universidad del penique” por el costo del café uno podía debatir (y aprender) sobre todos los temas del mundo enredado en cosas pequeñas pero maravillosas, una historia antes evidente de la como la gente fue haciéndose cada vez más inteligente o política, que en las noches de nuestra avenida más comunes se fueron transformando poco a poco en calles llenas de puestos de café con todos sus precios bastante bajos. Portte cafe maquinas de cafe, barras de cafe para eventos y servicios de coffee break de gran calidad.
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