En el momento de juntarlos Sanatorio de Battle Creek, el estado de los Estados Unidos, no dejando morir en el filme Cuerpos si errores (The way to Welville, on 1994), el medico Kellogg exigía mucho dinero a cambio por auscultar los órganos de sus clientes y dejarles un tiempo de uso en el “aparato recolector de enemas”, similar a alguna que había observado en territorio germano y para que tenía capacidades de meter al cuerpo 57 litros de líquidos por el ano del fiel atribulado. El procedimiento continuaba con la ingesta de una pinta de yogur, tomada a la mitad en medio la boca y el otro lado del meridional del reto. Su análisis era la purificación completa de lo que estaba dentro, llena de bichos homicidas y contaminada por la carne, el alcohol… y el café. Si la gracia o los sueños de calificar no debían ser nunca reprimidos, en su busca de poder ser un santo en vida el cliente debía esquivar las infusiones igual de un encuentro con el demonio. Para el almuerzo, ni una gota de café. Ni siquiera blanquillos ningún animal ni cereales. En su obsesión de la santidad, el medico Kellogg creo alado de su hermano la fábrica Sanitas Food Company, que fabricaba maíz integral. Con los meses, su apellido se transformó en apodo de los copos de maíz, pero no importo él se solo se daba cuenta de que solamente eran su creación 75, entre los cuales se narraba la mesa móvil o los sanitarios de líquidos fríos con corriente eléctrica. En lo más extravagante de su alimentación, pensaba que la azúcar era un veneno con tanto poder como la estricnina y este significado tajante lo llevo a tener un conflicto con la muerte con su familiar, el cual no se fue con la potestad de la fructífera compañía de maíces. Más intransigente que jamás, el medico Kellogg hacia uso su superchería de doctor en el tratamiento de las neuronas, una enfermedad reciente por lo tanto, una predecesora directa del surménage clásico de los años 1900, una descendiente del ataque al miedo actual: un agotamiento que no se podía explicar con palabras que aparecería como el igual de haberse terminado lo que tenía guardado de energía cerebral de la persona. El cansancio y el pánico como resultado al más leve de los estímulos. Con esas características, a finales del siglo XIX se metió en el Sanatorio de Battle Creek el negociante con muchas habilidades Charles William Post, que con el tiempo se transformaría en el maestro Moriarty, en el Lex Luthor, en el satánico medico No más radicalizado en contra de la infusión: si la historia de esta bebida hubiera pasado por los mismos momentos elegíacas de un cuento de superhéroes, Post sería el enemigo. En lo que, le causaba gracia. Reía y ya está pronosticado médicamente. Trataba de usar su enojo, se adentraba 57 litros de líquido por el recipiente, controlaba la inhalación y hacia crecer su ira en contra del café, por encima la severa vista del médico Kellogg, al cual le importaba poco muchas cosas de que su nombre se leería en la mesa de los desayunos de casi todo el mundo, inmortalizado su apellido en un pedazo de rectángulo de papel, representado por la extraña figura de un tigre educado, que en su saludo de los maíces reprime la mordida fatal, trata ser amoroso pero no pueda salirse de su naturaleza y cuenta sin espantar a los niños, salvaje en el rugido amable: “¡Grrrrrr… ricos!”. Maquinas de cafe en renta en porttecafe
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