El mercado del cafe si cafeina

chica maquinas cafeIntuitivo con el material de trabajo, Roselius quiso completar una acusación del mercado y comenzó a probar con las semillas verdes sin quemar, los recalentó con humo y posteriormente los lleno de benzol, un solvente muy resistente. El milagro se realizó: logro sacar la cafeína casi todo (este día, las conexiones de todo el mundo señalan que, para disfrutar de su derecho a ser llamado como “cafe descafeinado”, la semilla no debe tener más de 0,1% de cafeína). Con mucha habilidad en los comercios como en la sala de experimentos, el Mengele del café creo su propia empresa de nombre Kaffee Hag, que tiene origen en uno de sus experimentos químicos y que se hizo famosa en medio de todos los infantes por sus libros de figuras con emblemas heráldicos y en medio de los enormes por sus juramentos de un líquido sin temblores ni insomnios. La creación cruzó el humo el mar Atlántico y en Norte América apareció la empresa Dekafa, fundada por los laboratorios Merck y, posteriormente, Sanka, que se transformó casi en un medicamento de baja calidad en sus embaces anaranjados: aun el día de hoy, ese color es un símbolo visual para el café sin cafeína y, en los vehículos aéreos de muchas empresas de viajes, el envase caliente con tapa naranja es el cual dentro tiene la bebida despojada de su materia más importante, un juramento de sueño sin temblores para el pasajero con miedo a volar. Harto de los medicamentos, el señor que inventa enfermedades niega muchas veces que las consecuencias del componente “cafeína” en sus sistemas pero ingiere tontamente materiales para solventar y otros componentes: para comienzos del siglo XX, otro señor proveniente de Alemania de nombre Robert Hübner invento su Hübner Health Coffee con un procedimiento que requería solamente líquidos, en vez de materiales para rebajar otros, y para sacar la cafeína. Este día, los organismos de la bebida descafeinada son herederos de las invenciones de Roselius, con materiales tóxicos o con liquidas. “El comienzo general trata en remojar las semillas en liquidas, sacar la cafeína con un material natural o por substraer sobre madera prendida, y al final otra vez a empapar las semillas en el agua empobrecido en cafeína para que vuelvan a absorber los demás componentes”, dice un profesional: “El material para rebajar (usualmente se usa acetato de etilo) no se hace contacto con las semillas sino con los liquidas, pero actualmente las marcas de café gourmet únicamente se hace el café descafeinado con liquidas, sin el trabajo de solventes ni materiales tóxicos”. Una parábola de las maquinas de cafe con un doble sentido de la historia: si el componente fue demandado de ponzoñosa durante quinientos años por ser un alcaloide natural, en el trámite por acabarla se ocuparon químicos como el tricloroetileno, el dicloroetileno o el cloruro de metileno, que lograran completar la sangre de solventes pero quitar el peligro mortal de ingerir cien tazas en 24 horas. meses posteriores del excelente medico Marcus Welby, toda la vida amable en la serie, al regresar de anuncios publicitarios, el animador televisivo David Letterman observa fijamente a la cámara de su late espectáculo y, con el recipiente de café en una mano, saco de su boca todo el café: “detesto el café sin cafeína. Es agua sucia”. Sardónico y emocionado, el consumidor veterano insiste en que, además de la cafeína, en el procedimiento de pasteurización se evaporan los olores y los sabores que transforman en el pocillo en una embajada de Colombia o Kenia en 30 mililitros. Si un lugar común de no mentir, en su ostentación de virtud, pone en boca del político pensando en ser culpable o del empresario dudoso que “ayuda la cabeza sobre la almohada y duermo tranquilo” Portte maquina de cafe barras de cafe y servicio de coffee break

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Máquinas de cafe y el juramento

barra de cafe coffee tazaEn donde se diga que la poesía medicinal aun no resumió una sola ocasión de fallecer por exceso de cafeína, la molestia natural por su estado físico y las ganas de ser el personaje principal de la persona que inventa enfermedades harán que la duda le agreda en la cabeza: “¿Y si yo llego a ser el primero?”. Sueña con ver un excelente coffee break y “su caso” examinado en escuelas y centros de salud, exagerado en documentales del programa Discovery o descripto por doctores en los anales médicos pero en eso se le escapa todo su tiempo. Si Woody Allen hizo la diferencia de un sujeto que inventa enfermedades a un alarmista, en el momento que aquel le venga a la mente una dolencia que no tiene y este dramatice a limites inimaginables el síntoma inocuo, un pequeño malestar estomacal siempre da a entender como un infarto masivo, uno y otro realizaran un inventario de las tazas diarias de café soñando usando la única forma eficaz de lograr la inmortalidad: sin fallecer. El inventor de enfermedades no le da miedo la enfermedad, tiene ilusiones con esta; y en tanto consumidor de café, podrá tomar en cuenta como un superhéroe que murió en una tragedia, un Balzac descompuesto que, con la pluma envenenada y a punto de perder la conciencia por tanta cafeína, dar su vida al ritual doctoral. Si el respeto de un señor normal suele estar en medio de los 500 y los 900 miligramos cada día, un nivel químico a considerar se lograra apenas al tomar 10 gramos, o 100 recipientes de café en menos de un día: un dilema deportivo. Con la accion papal de un médico generoso, el actor Robert Young tomaba lugar en el living de una familia normal estadounidense y mencionaba: “Muchos doctores aconsejan a mucha población norteamericana que tomaran Sanka si la cafeína los trastorna en gente irritable”. La mamá se doblaba indignada y al papá, muy tenso por la lectura indigesta de un cuaderno escrito a mano, se le reclamaba “relax”. En el año 1976, Young se encontraba en la parte más alta de su fama al tomar el papel del médico Marcus Welby, un doctor de estándar como los que hoy en día ya no se encuentran, en el programa cómico homónima que se observó a la mitad del mundo. La integración General Foods, esa que había creado en C. W. Post, lo contrató para tomar el papel en los anuncios publicitarios de su empresa Sanka, la más famosas de café sin cafeína en Norte América, que había recibido su nombre por un contrato de inspiración gala: Sans caféine, en la lengua francesa. En criollo, “descafeinado de la barra de cafe”. En inglés, Sanka. Tal vez con los rumores provenientes de la Guerra Fría, el temor estadounidense logro picos de rating: para el año 1980, por primera vez se determinaban el cafeísmo como un desastre mental digno de concentración. El excelente medico Marcus Welby abrazaba la causa de portar sosiego a las casas de Estados Unidos con una taza sin cafeína como curación en contra los nervios y para prevenir de un regaño o un impacto acelerados por el surménage. “sin cafeína: se dice que el café ha seguido el tratamiento se trata de eliminar la cafeína del café de color”: la farmacia determina Larousse, en su obra Café, manual de degustación, no logra para dar la definición que el sin cafeína de refiere para el consumidor devoto: un sacrilegio. Todo el tiempo de las máquinas de cafe hábil en la práctica de los químicos, los alemanes eran muy coherentes en sus actitudes. Si en el año 1819 el alegre Friedrich Ferdinand.

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Máquinas de Cafe, cafeina y refrescos

maquinas-barra-cafe-corazon“Nerviosismo. Rutina. Indigestión. Ni una droga fuerte, como se conoce que es el refresco, debería ofrecerse a todo mundo de una manera distinta a su físico natural, y de ninguna forma sin el reconocimiento de la persona que hace uso”: una serie animada puesta a la venta en los periódicos de esos tiempos acortaba la guerra personal de Wiley que, hasta el final, hallaba la cafeína como responsable de las nuevas malestares de un territorio que crece. El proyecto acabó en un juicio muy anunciado a comienzos el 13 de marzo del año 1911, nombrado con el pomposo “Norte América Los Estados Unidos en contra cuarenta toneles y veinte barriles de refresco”, la cual era la cantidad que había podido quitar. Por sus estrados pasaron testigos laicos, remilgados químicos que determinaron a la cafeína como “un químico mortal”; pragmáticos, negociadores que observaban en el refresco un filón millonario; epicúreos, doctores que balanceaban el efecto nocivo con las ventajas como estimulante; y religiosos, fundamentalistas que daba como excusa que el consumo de refresco daba ganas a relaciones sexuales que debilitaba las defensas de las niñas y aumentaba los pocos instintos en los muchachos, en unos pensamientos profana que duro hasta las danzas de la década del ’60 en los lugares más lejanos, fueron cuando las mamas advertían a las hijas de los peligros de ingerir un refresco con medicamento como sucedáneo del estimulante de las relaciones sexuales, un Viagra de venta sola en el Club Comunicaciones de Agronomía, líquido y listo para menores de 18 años. El jurado erro a favor de la compañía, convencido por el fuerte argumento de sus defensores: si la cafeína estaba acompañándola desde la receta original del anciano Pemberton, no puede tomarse en cuenta como un aditivo. Archívese. En la cumbre de su conocimiento como cuidador de la salud, Wiley abandono un año después. Pero las tonterías de la mitad del mundo ya acusaban a las empresas de refrescos, aunque la empresa se había puesto como meta el resultado del juicio a exponer a menores de 12 años en sus propagandas (trato de caballeros que mantuvo, con menores y mayores niveles de cumplimiento, hasta 1986). “No tenemos conocimiento de ningún otro vicio que desfase las emociones del otro y que su uso que le daban los muchachos sea o haya sido legal, aparte tenía que ser aceptado e inspirado por los mayores”, narraron Bennett Alan Weinberg y Bonnie K. Bealer en La tierra de la cafeína. Adultos frecuentes a compartir un café con sus hijos consienten la ingesta del refresco, con chocolate o guaraná. Y si el café fue el monje oscuro de las infusiones en épocas de inquisiciones, el refresco disfruto de los favores del santo bebedor. En el año 1931, pocos meses antes de que falleciera Wiley, un gordo anciano de pelo facial claro y sombrero frigio rojo apareció portando una bolsa de obsequios y agarrando del pico de un contenedor contour: similar a la “onda dinámica”, una marca registrada en Estados Unidos. Desde entonces, el padre Noel se aparecía como una criatura mitológica de vestimenta verde o una persona delgada de porte estoico. Pero el artista suizo Haddon Sundblom, contratado por el Departamento Creativo de la empresa de gaseosas y de máquinas de cafe más importante del mundo, creo el rito de navidad más duro al ilustrarlo a un obeso bonachón que cumpliera, solamente, con unos pocos requisitos: que usara los colores de la fábrica. Y que cambiara su actitud como si amara el azúcar. Y de la cafeína. Inspirado en un comerciante retirado de los refrescos, Sundblom invento una foto icónica para todo Occidente, que se expandió en mucha publicidad, álbumes de figuritas, figuras de colección, decoración para locales. Portte cafe de máquinas de cafe, barra de cafe y servicios de coffee break.

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Maquinas de cafe,refrescos y cafeina

maquinas-cafe-baratasLos huesos de la boca patinan, lustrosos y pulso cortante como pueden ser cuchillos encima del agua congelada: el azúcar me asesina. Y en lo que siento que, con un recipiente de refresco, mis dulces pierden su color como un canino viejo lo filoso de sus dientes, la tentación de una pinta congelada se me hace irresistible en las tardes calurosas: si una liturgia matinal me obliga a comenzar el día con un recipiente lleno de excelente café de maquinas, una costumbre mañanera me limita tomar una gaseosa antes de la tarde, al mismo tiempo que tomo y me lastimo con la incógnita: “¿Tengo que sumar este recipiente a las tazas de café que ingiero cada 24 horas por día?”. Una mala costumbre sanitarista le da ánimos a contar las calorías y censar el componente principal del café, en filas de números que crecen las taras de una persona obsesiva compulsiva con pensamientos de salud sin máculas. Toma el bebé. Ahí en donde se haya contado que el refresco y el café usan el componente, en esa matriz demoníaca (¿puro veneno?) se oculta la incógnita que hay probabilidad de que sea el fruto del demonio: ¿por qué los padres le dicen no al niño un ristretto pero completo de refresco sus mamaderas? En sus comienzos, el refresco era un tónico medicinal que se comercializaba en las farmacias, eureka fundacional del químico John Stith Pemberton, experimentado en batallas, viciado a la morfina, entusiasta irredimible, víctima precipitada de un cáncer de pansa, señor total según el canon del año 1800 y fundador accidental de la bebida en lo que buscaba una cura contra las enfermedades gasto intestinales. En los tiempos dorados del curanderismo, Pemberton transcurrieron los últimos meses de su vida sacando a la luz la verdad que su bebida haya transportado la droga a la mesa de las casas puritanos, peor él estaba sospechosamente encantado por las probabilidades terapéuticas de la hoja de una planta crecida en Perú, tan lejano y escondido de Atlanta, Georgia, como Saturno de Parque Chas. Casi acabando los años 1800, las naciones del Nuevo Mundo habitaban los cambios más exageradas de sus pobres anécdotas: mutaban de precarias sociedades de sociedades agrícolas a complejos conglomerados muy comunes con empresas, compañías y talleres. En los América, aquella empresa de refrescos de Pemberton se anunció como “un remedio para los nervios”, una receta que nunca fallaba en contra de la maldad de esos tiempos. “El diagnóstico de la experta en los nervios era un símbolo de buen desarrollo y de una alta clase social”, dice Mark Pendergrast en Jesús, Patria y la empresa de refrescos, la historia a fuerza del refresco más conocido de la tierra y de la compañía que la fábrica, un libro que volviendo a construir la mitología de una nación por medio de su bebida insignia de las máquinas de cafe: “únicamente las personas inteligentes, con temperamentos refinados, o inteligentemente siempre activas, se encontraban expuestas a esta afección. Los trabajadores de la empresa eran muy ignorantes y saludables para ser afectados”. Por primera vez en la historia, y al mismo tiempo que el doctor Freud gastaba los resortes de su diván (e incluso entonaba su “canto de alabanza” por las bondades de la hoja de una flor desarrollada en el Perú…), la pelea de clases encarnaba en una nueva manera de enfermedad, la neurosis. Y en contra los síntomas, una bebida con una fórmula que poca gente conoce. Y en la fórmula secreta, un componente fundamental: la cafeína. Inodora, insípida, impía. Las tensiones entre una sociedad tradicional y las modernidades fabricante se dirimían en los tribunales feligreses: “Es duda de Dios”.

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Máquinas de cafe y los reclamantes Ingleses

chat maquinas de cafeEn los reclamantes de las empresas británicas del cambio Industrial, el desarrollo de la máquina de producir café resumió la urgencia de proporcionar cafeína como elemento a los trabajadores que supuestamente tenían que estar pendientes en la línea de montaje, en lo que el té se disfrutaba de a pequeños tragos sin sonido, con pompa y situaciones, en los cuartos de las mujeres de la nobleza de Inglaterra (al tiempo que, en la lejana isla del Sol Naciente, las masajistas se arreglaban en el chanoyu, el difícil evento del té de la que ningún japonés de estos cien años nadie participó nunca). Siendo supervisado por los inquisidores de todos los tiempos, el café fue criticado como un vicio mortal, casi una bebida de díscolos y bohemios, un causa nada conveniente para la delicadeza de la mente o un aditivo para los trabajadores estresado y el juerguista especifico. Pero el té fue la bebida del sosiego, un bálsamo recogió para el meditabundo; en donde uno haya dejado de dormir la ira de Honoré de Balzac en su diatriba en contra de la gracia del humano, el olor del otro habrá hecho el recuerdo del remilgado Marcel Proust, todo el tiempo nostálgico, siempre lastimado de melancolía. Si en la rutina de un niño con interés en poco tiempo en los intereses de los grandes el café era una petición y un lloriqueo tempraneros, el sustituto de la infusión solo era aceptado, en medio resoples y bufidos, por la regaña materna en tardes de anginas o de problemas: por saber poca información y médico, el tecito con limón fue (es y será) bebida de enfermos. “Al mismo tiempo más pensaba de ella, mayor paradójica se asimila la dualidad de la religión de la cafeína”, narran Bennett Alan Weinberg y Bonnie K. Bealer en la tierra de la cafeína, la ciencia y la religión al rededor a los vicios más conocidos por la gente: “Posteriormente de todo, tanto el café como el té son elementos de olor que provienen del vegetal que se ingieren frías o calientes en cantidades parecidas, las dos se combinaban muy seguido con lácteos o dulces, las dos están disponibles en todo el mundo en casi todos los comercios de abarrotes o restaurante en la sociedad civilizada y las dos tienen el similar contenido alcaloide psicoactivo igual: la cafeína”. En un planeta separado en medio Occidente y Oriente, izquierda y derecha, Coca-Cola y Pepsi o búhos y alondras, el café y el té hacen más clara la parábola novelesca de los familiares en medio de un pleito a muerte, en mi casa de cuando yo era pequeño: los turcos Hassan, que alzaron una medianera exactamente en la mitad de su establecimiento y ahí donde había una sedería de la noche a la mañana existieron un par, vueltos a ser nombrados con los costos “Sedería Hassan I” y “Sedería Hassan II”. Era tierras de guapos; ya desde la correcta de la avenida se respiraba el perfume del café a la turca, que realizaba una de los matrimonios, laboriosa en medio de telas en los fondos del negocio y alejada afuera de la cuñada pero en el mercado, atrás de los esposos enemistados, cambiaban cotorreos cómplices. Como en el espresso la cafeína se coloca con la punición de un emocionante moderno según los limites morales del regulador, en el té se absorben como remanso para lo que es el alma. La casa de café, que de hecho tenían máquinas de café, es un lugar donde todos tienen palabra para facilitar la socialización, un ágora publica para debatir los sucesos del mundo; la casa de té y no las barras de cafe, es silente como un coto privado, íntima y decorosa en sus costumbres.

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Asuntos de salud, el cafe y postum

maquinas de cafe y la manoEnfermedad y delito religioso son inventos de la inteligencia del hombre y únicamente son reales en un estado hipnótico o nada normal”, narro Post, que en enero del año 1914 obtuvo un choque del cuerpo y nervioso. El físico le da la espalda posteriormente de muchas peleas. El propósito del señor que se había puesto firme como un paladín de la buena salud causo una módica movimiento en todo el país y una oportunidad de revancha para sus no amigos: “Qué misterioso que alguna persona que todo el tiempo hablaba del sistema nervioso rotos por una bebida, en este caso el café, hubiera sucumbido a un peligro nervioso”, se rio William Ukers, director del Tea & Coffee Trade Journal: “Si acaso su problema fue provocado de tomar Postum, tiene nuestra más sentidos sentimientos”. Aguanto a una cirugía de apendicitis pero la depresión lo coloco en la cama, en donde se combinaba como un nudo de presión: “Tengo el pensamiento exactamente en el rostro, pero no tengo la capacidad de tener control de mis nervios”, le dijo a su doctora la caliente tarde del 9 de mayo del año 1914, un momento antes de dispararse con un arma de fue en la boca. Se sucio por tristeza, aunque también por orgullo: la “sanación de la mente” se había corroborado como una decepción, su alma pancosa lo había transformado en la persona con muchos recursos económicos más triste del continente Americano y, a pesar del Postum continuaría negociando con menos éxito hasta el 2007, su obra dilecta, la Postum Maiz Empresa, en poco tiempo sería convertida por su hija en la integración General Foods, que crearía un imperio… negociando con máquinas de café. Ninguna persona logro nunca descifrar cuál era la curiosa causa que lo inspiro en su cruzada de odio en contra del café. Pero su enojo fue tanto y durable que, muchos años posteriores de su fallecimiento, en las tensiones apocalípticas de la Guerra Fría, el ejército de América fue vuelto a nombrar con un nombre que poca gente conocía al polonio, una de las armas nucleares más letales, esa que los espías de la KGB amaban utilizar para callar a los países que no eran aliados. En las misiones de las misiones más importantes, los puestos militares de Estados Unidos, en prevención de un claro fin del mundo, al polonio lo nombraron “Postum”.

EL CAFÉ ES DE OTRO PLANTETA Y EL TÉ ES DE VENUS

La enojona arrogancia de las máquinas en contra de la delicada de la mano de la gente. Si toda una literatura de ayudaría a la misma persona romántica creo una empresa de ventas muy grandes al llamar que los señores somos de otro plantea y las mujeres provienen de otro, una nueva etapa de la imparable pelea de los géneros se libraría en torno a una taza: la bebida es hombre y el té, parea las mujeres. Es ahí donde un dogma científica de la era rastree en los genes que provienen de todas las virtudes y el nacimiento de todo lo malo, las dos bebidas tenían la cafeína como elemento principal de su ADN pero, en los viejo términos de la mitología, una es XX y la otra, XY. El que sea matadito de las infusiones conocerá que cualquier taza de café colado tiene 100 miligramos de este elemento, el doble que una taza de té, pero las diferencias son más representativas que químicas. El café reclama la performance mecánica porque el espresso es el equivalente de un complejo sistema de pistones, bombas, tubos y enchufes. El té está hecho con la modesta manufactura táctil, etérea en sus hebras, frágil en su hechura. Maquinas de cafe en porteare.

 

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Maquinas de cafe – Sr. Post y el café

maquinas de cafe y desayunoPost estuvo casi un año entero dentro del sanatorio de Battle Creek y ni los enemas ni los baños congelados con electricidad colaboraron a sanarlo de los nervios. Orillado por el fanatismo cristiano de su pareja y de una familiar, ilumino una idea: toda enfermedad era causada por una “idea errónea”. Voluntarista y mágico, comenzó a pregonar las buenas cualidades de la sanación mental. Se paró debido a que se lo propuso. Y durante el almuerzo se le comprobó la epifanía: creó un sustituto de café ya no realizado a base de los frutos del cafeto más bien de los cereales de los que se alimentaba en la mañana. Se transformó en un gurú de la vida saludable y, de la misma forma en toda parábola en la cual el alumno no le es fiel a su tutor, deserto el santuario de Kellogg e inauguró el suyo, a cortos avances del original, y lo llamo Hostal La Vita. En su segunda vida, de la misma forma un Lázaro redimido, disfruto de las consecuencias de una metamorfosis actualizada: delgado y de espalda ancha, se paró derecho en su pose, se le hicieron blancos los dientes, se le convirtió más brilloso el pelo. Con el estampado de un guapo de cine en los meses en que la familia Lumière grababa sus primeras películas, saco a los caminos con el alma de un trashumante para portar a los recolectores su especialidad del circo: con un horno que podía llevar a todos lados y un poco de su bebida, calentaba la combinación durante veinte minutos y compartía el brebaje como hechizo para la salud total. Actualizada en su valor físico y mental, en los tiempos muertos narro una obra que, probablemente al igual mantra de convencerse el mismo, llamo I Am Well! (“¡me encuentro en buen estado!”), en donde evangelizaba enzima las buenas cualidades de la sanación mental y adoctrinaba: “no olvide, usted puede recuperarse de cualquier enfermedad corriente borrando la bebida y la su fatal alimentación, e ingiriendo Postum”. Probablemente de la misma forma una burla propia de su pasado como cliente neurasténico, C. W. Post invento el personaje Mr. Coffee Nervous (“el hombre Café Nervioso”), que en las que en lo que compartía con todo el mundo se encarnaba en la persona de un Pierre Nodoyuna de bigote en punta que surtía irascibles brulotes en contra de la bebida. Para el año 1897, Post gastaba 20.000 dólares por cada treinta días en patrocinio (¡mucho dinero!) y, a pesar de no disponer de ningún fundamento científico para calificar esta bebida de tal como una “adicción oral”, aventó un peligroso proyecto en su contra, colocando la roca basal de una mala reputación que dura hasta el día de hoy: el Postum se produce en una dificultad de construcciones pintados de un color claro conocido como White City (“comunidad clara”) y, en el centro de todo mundo, se paraba el Templo de publicidad, en donde un rebaño de redactores propagando iluminando causas en contra de la bebida. Justo en el tiempo que era indagado acerca de los motivos fácticos para echar a la basura la infusión, Post se escudaba en su enigmático “existe una causa”, que acabo siendo el eslogan de su marca. “¿Su toque de miedo es la costumbre de tomar café? ¿Acorta su tiempo de horas laborales, aniquila su fuerza, lo avienta a una jauría de perros mestizos, embota la sangre pura que le sobra y neutraliza toda clase de esfuerzos para ganar racha y dinero? agarre Postum”: la retórica exagerada de los avisos enseñaba a viciosos irrecuperables, señores agresivos, mujeres sin paciencia, familias completas aventadas al escarnio de la infelicidad por su vicio a las máquinas de café.

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Máquinas de cafe y el archivano

maquina cafe libroLa orilla geográfica, un faro. En el faro, una luz. Y en la luz, una amenaza: “La bebida hace perder la conciencia a algunas personas”. Con la repetitiva escena del blanco y negro y el brillo admonitorio de las advertencias, el aviso llevaba desacuerdo a las mesas del almuerzo de Estado Unidence en los meses en que la salubridad se transformaba en una prioridad nacional y acababa con la oración que causaba desacuerdo la cual, aun en la conciencia de su sintaxis como en el dudoso de su explicación, crecía el interés: “Hay una causa”. En lo que la nacionalidad gringa pudientes a finales de los años 1800 guardaban recamaras en los balnearios y baños de Battle Creek para darse a las insufribles sesiones de enemas, una gran grupo proletaria comenzaba a ver la alimentación como un rumbo de ida a la santidad sanitaria. La primera vez en la historia, y como descendencia del higienizo, la alimentación solía ser tomada en cuenta como algo más que un combustible para la vivir. En medio los clientes del médico Kellogg se distinguía un tal Charles William Post: nervioso, reclamaba que lo nombraran C. W. y, cuestionado por el rosario adventista que excomulgaba las infusiones, en poco tiempo descubrió en el elemento del café lo que tenía la responsabilidad de sus arranques de su mal carácter, de los errores en sus reservas de ganas, de los renuncios en su templanza. Taciturno y desnutrido, comiendo yogur, enemas, hectolitros de cualquier liquido y granos de maíz, durante una internación año que los maíces tenían una probabilidad de ser un buen sucedáneo de la maldita bebida y en ese momento él pensó que sus pocas energías al inventar una bebida que llenara las recipientes con pocas onzas de buena salud. En una puerta de megalomanía, el señor Post nombro “Postum” a su producto y, tal vez como consecuencia inevitable de su mal carácter, compró muchos metros de periódicos y revistas con propagandas negativas, en donde un faro amenaza del naufragio inminente. “existe una causa”, repetía Post, todo el tiempo elíptico, nunca dejando de ser curioso. Con el paso del tiempo, sería el hombre Burns del café: rico y egoísta, era el señor al que todo mundo lo quería pero al mismo tiempo odiaban (un reportero lo narro como “convincente, impaciente, nervioso, obsesionado, dogmático, dejándose llevar por la apariencia y con un orgullo muy grande”). A la mitad del siglo XIX en Springfield, Illinois, amasó una prosperidad en muy poco tiempo no con una planta nuclear más bien con una ferretería, que se inauguró 15 años más tarde. Y vendió doce meses después. Aquellas primeras monedas le dieron ganas en su alma de empresario y, si una sola característica tuvieran que elegir la población de estados unidos para consagrar a sus superhéroes pedestres, esa característica sería la virtud de convertirse en gente con poder económico. La lengua inglesa tiene una palabra misteriosa para dar a conocer el significado a estos señores: tycoon, que en español no hayo una traducción precisa (“magnate” se acerca pero no dice el significado del alma emprendedora de un tycoon original). En los últimos diez años de 1900, C. W. Post atravesó la mitad del país negociando maquinaria agrícola, creo una olla que no hacia vapor, empezó una empresa de tejidos de lana, invento un instrumento mecánico y unos tiradores “que no se pueden ver” que, de la manera de los corpiños sin breteles, juraban elegancia y discreción al señor. Pero las ganas en hacer crecer su economía lo dejaron cansado: tanto que, aun cuando era joven y sin enfermedades físicas, se transportaban en silla rodante.

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Medicina y teorías del café

viejito con cafeEn el momento de juntarlos Sanatorio de Battle Creek, el estado de los Estados Unidos, no dejando morir en el filme Cuerpos si errores (The way to Welville, on 1994), el medico Kellogg exigía mucho dinero a cambio por auscultar los órganos de sus clientes y dejarles un tiempo de uso en el “aparato recolector de enemas”, similar a alguna que había observado en territorio germano y para que tenía capacidades de meter al cuerpo 57 litros de líquidos por el ano del fiel atribulado. El procedimiento continuaba con la ingesta de una pinta de yogur, tomada a la mitad en medio la boca y el otro lado del meridional del reto. Su análisis era la purificación completa de lo que estaba dentro, llena de bichos homicidas y contaminada por la carne, el alcohol… y el café. Si la gracia o los sueños de calificar no debían ser nunca reprimidos, en su busca de poder ser un santo en vida el cliente debía esquivar las infusiones igual de un encuentro con el demonio. Para el almuerzo, ni una gota de café. Ni siquiera blanquillos ningún animal ni cereales. En su obsesión de la santidad, el medico Kellogg creo alado de su hermano la fábrica Sanitas Food Company, que fabricaba maíz integral. Con los meses, su apellido se transformó en apodo de los copos de maíz, pero no importo él se solo se daba cuenta de que solamente eran su creación 75, entre los cuales se narraba la mesa móvil o los sanitarios de líquidos fríos con corriente eléctrica. En lo más extravagante de su alimentación, pensaba que la azúcar era un veneno con tanto poder como la estricnina y este significado tajante lo llevo a tener un conflicto con la muerte con su familiar, el cual no se fue con la potestad de la fructífera compañía de maíces. Más intransigente que jamás, el medico Kellogg hacia uso su superchería de doctor en el tratamiento de las neuronas, una enfermedad reciente por lo tanto, una predecesora directa del surménage clásico de los años 1900, una descendiente del ataque al miedo actual: un agotamiento que no se podía explicar con palabras que aparecería como el igual de haberse terminado lo que tenía guardado de energía cerebral de la persona. El cansancio y el pánico como resultado al más leve de los estímulos. Con esas características, a finales del siglo XIX se metió en el Sanatorio de Battle Creek el negociante con muchas habilidades Charles William Post, que con el tiempo se transformaría en el maestro Moriarty, en el Lex Luthor, en el satánico medico No más radicalizado en contra de la infusión: si la historia de esta bebida hubiera pasado por los mismos momentos elegíacas de un cuento de superhéroes, Post sería el enemigo. En lo que, le causaba gracia. Reía y ya está pronosticado médicamente. Trataba de usar su enojo, se adentraba 57 litros de líquido por el recipiente, controlaba la inhalación y hacia crecer su ira en contra del café, por encima la severa vista del médico Kellogg, al cual le importaba poco muchas cosas de que su nombre se leería en la mesa de los desayunos de casi todo el mundo, inmortalizado su apellido en un pedazo de rectángulo de papel, representado por la extraña figura de un tigre educado, que en su saludo de los maíces reprime la mordida fatal, trata ser amoroso pero no pueda salirse de su naturaleza y cuenta sin espantar a los niños, salvaje en el rugido amable: “¡Grrrrrr… ricos!”. Maquinas de cafe en renta en porttecafe

 

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Mitos de la dieta y el café

maquinas-cafe-pareja“Aguas con los espectros en tu pansa: ideas limpias, intestinos limpios”. Con la manía con la gracia o las deposiciones (observaba el cuerpo justo como el accesorio de un enorme cilindro para empezar y también para terminar, la ornamenta en el entorno de los órganos del estómago los intestinos que debían de sufrir a causa de pocos líquidos ingeridos en mucho tiempo, por encima enemas. “medico, ¿cada cuánto tiempo se debe uno limpiar sus órganos?”, era la duda del cliente que lo apoyaba en sus caídas cientificistas. “Uno nunca, ¡nunca!, debe no dejar acabar su inspiración para hacer del baño, como en las exposiciones de animales del Bronx y de Inglaterra, que realicen evacuación todos los días a los changos no una, un par o tres veces más bien cuatro; cuando hayan transcurrido 24 horas, la habitaciones de barrotes están repletas de mucha variedad saludable”. ¿Y el género? “El género dejar limpia la salud del cuerpo y el que sea uso para lo que fuera que no fuera reproducirse es igual a tiempo y energía mal gastada, de delitos religiosos y de vida”. ¿Y la carne? “El que mata mamíferos para alimentarse se muere lentamente; cada pedazo de carne tenia vida e ingerirla es como comer un difunto”. ¿Y el vicio? “El órgano natural es lo único que se pone en medio del fumador y la muerte”. En su busca nada sana de la limpieza física, para el extravagante doctor que invento una nueva dieta a partir de una dieta de vegetales, la buena alimentación y el ejercicio una religión pagana ligero inspirado en los pensamientos de la Religión Adventista del sexto Día, otras causas que debían no realizarlas eran los colchones de plumas, las historias de amor y el auto placer. ¿Y el café? “Arghhhhhh, la costumbre del té y el café es una de las más grandes peligros en contra de la salud de los estadounidenses”. Poco aguante cardiaco, aterosclerosis, apoplejía, paso del tiempo en corto tiempo y malestar de Bright, una nefritis que afectaba y deja algunos órganos similares a dos pasas de uva: el explorador de la prensa del poco beneficio saludable que ocupa hojas en las partes aguadas de todos los días acompañado de sus agoreras premoniciones de “lo que realiza correctamente y lo que realiza mal”, el medico Kellogg hallaba en las infusiones la causa secreta para las peores irritaciones. “Se ha encontrado que el de donde proviene la locura está en la costumbre de ingerir café”, repetía en medio de sus seguidores, a los cuales pretendía transformar en focos de salud natural: “No nos encontramos alegres llegar al punto de estar enfermos en-te-ros”, pontificaba con el didactismo de los asombrosos. El medico Kellogg es proveniente cerca de Nueva York en el año 1852 como hijo del propietario de una empresa de escobas. Conoció el trabajo de impréntelo y, a causa de su precoz ansiedad por saber por indagar los malhechores de la religión total, se recibió de doctor en la escuela de Nueva York a los 23 años, y un par de años posteriores se casó con Ella Ervilla Eaton, una mujer con la que nunca logro el matrimonio, debido a la “abstinencia elegida libremente de acuerdo a mis valores”. El medico Kellogg se mantenía enhiesto similar a un junco enfrente los vendavales que lograron augurar una un punto débil de la carne, una traición al alma. El matrimonio no tuvo hijos biológicos pero adopto a más de cuarenta niños abandonados, todos criados en los rigores de una formación muy seria. Y comiendo por las buenas partes de su famoso sanitarium.

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