Toda la ceremonia no llega a durar más de diez minutos. Atrás de la barra, con la expresión de terror del que se asume como vigilante de una costumbre con una gran historia, el barista, con máquinas de cafe, realiza el proceso con habilidades mecánicas: si la costumbre de distribuir posiciones en la sociedad, su traje formal de vestir reluciente y su camisa blanca bastante limpia entre la clientela de ropa informal confunde los papeles de los plebeyos y de los señores y asegura la reconversión de los antiguos rituales de siempre en atracciones de parque temático. En el artículo 86 de la aristocrática Via Condotti de Italia (la aristocracia hoy en día representa: prepotencia en el consumo y acceso irrestricto a las marcas más caras, la billetera de Louis Vuitton o el foulard Hermés), el viejo Caffè Greco, que era un abarra de cafe, se jacta de suhumildad, elaborada a fuerza de la constancia desde el año 1760: fue la primera taberna cafetalera del pueblo y una de las primeras de Roma, después del Florian de Venecia o del Gilli de Florencia, que desde en 1733 alumbra con sus bolas de cristales amarrados a la clase genuina y donde el efímero ristretto se dio cuenta de su identidad como caffettiere: una exquisitez bastante corta. En el Grecia, ingerir café se transformó en un trámite veloz para los seres humanos exigidos por las prisas de la vida dulce. Si es cierto que en este planeta todas las personas trabajamos para que lleguen unos cuantos años en los cuales descansar y disfrutar nuestra vejes, pero cuando se da el caso de que alguna persona no trabaja a la gente en vez de tomarlo como una persona sabia lo toma como una persona sin futuro, tonta, inútil, y aparte nos da rabia según el observar del escritura turinés Cesare Pavese, estos italianos no están majaretas: aceleran sus proceso para conseguir servicios de coffee break y tener menos de cinco minutos para tener un buen rato en lo que consumen su bebida.
Desde hace más de 250 años una persona en busca de mejor vida en otro país griego de nombre Niccola Della Madalena inauguro el viejo Caffè de Grecia y sentó las bases de una costumbre efímero que se goza con la rapidez de una motocicleta Vespa y la racha juvenil con el que las ragazzas de los institutos cercanos mueven de prisa los escalones de Piazza di Spagna: 135 peldaños o 15 mililitros expreso de un jalón. Acompañado por sus parejas, un par de herederas y una mucama, la señora Della Madalena se estableció en Italia incitado por el éxito de las barras de café cercanas, en las primeras funciones, la taberna griega se propuso apenas llegar a ser un lugar parecido a un club social para el hombre de a pie, a pesar de esto en un corto tiempo se transformaba en un lugar donde todo gira a su alrededor ,las pequeñas reuniones de los hombres que son una figura pública que por lo general la Ciudad Eterna que con sus vibras de tristeza hacia todo inteligente era manipulado a su conveniencia: “observar a Italia después de su muerte”. A una corta distancia nada más, el escritor inglés llamado John Keats llegó en busca de la salvación para su enfermedad y se murió en solo tres meses de estar enfermo, en lo que con mucho trabajo logro llamar a su “siguiente vida en tierra”. Las mesas de café, protegidas por aterradoras obras del renacimiento, fueron ocupadas por el escritor alemán llamado Goethe (que en poco tiempo después tuvo un papel bastante importante en el hallazgo delo que contenía el café).
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